Pensemos en literatura y morgue. Como es esta última, el texto almacena los cuerpos exánimes de las cosas vivas, despojos de su antigua ocupación -la existencia-, para pasar a una fase posterior en la que serán clasificados y procesados. La altura del idioma, con el tiempo, los salvará de la quema o de la sepultación, los sustraerá de la morgue para vivir una vida nueva eternamente prorrogable en el texto.