La tesis de este libro es que la producción narrativa de nuestro Fin de Siglo -en su vertiente escrita, filmada y dibujada- lleva a cabo un exhaustivo y sistemático suicidio de la "alta cultura" tal como se había entendido hasta ahora. Nuevos mitos, nuevas figuras, un nuevo canon, si se quiere, configuran el nuevo espacio cultural y se decantan del lado de la cultura popular. El héroe de nuestro Fin de Siglo es un exiliado de la sociedad en que vive (como veremos en "El turista accidental", "El periodista deportivo" o "El lenguaje perdido de las grúas"), un asesino en serie exquisito (Hannibal Lecter, Patrick Bateman), un esquizofrénico que encarna los valores apocalípticos ("El club de la lucha", Rorschach en "Watchman", el Joker de "El caballero oscuro"), un pobre de espíritu náufrago que se topa con la barrera de una clase social excesiva para él (de "Relato soñado" a "Eyes Wide Shut") o un notario histriónico que da fe del absurdo de la Gran Tradición Cultural (los personajes de Thomas Bernhard, Jerry Seinfeld o Michel Houllebecq). Ninguno da un chavo por su siglo, y ninguno ofrece otra cosa que la mera supervivencia. Todos son, además, hijos de ese individualismo que, como una mancha de aceite o veneno, se propaga por todo el fin de siglo. La producción literaria de nuestro Fin de Siglo es una constatación de nuestra vulnerabilidad y de nuestras estrategias para superarla.