La primera obra de Jeanette Winterson, una novela autobiográfica sobre el paso de la infancia a la adolescencia. En los momentos cruciales de su infancia, la niña siempre tenía a mano una naranja: la agarraba, la pelaba y la comía como si esa pieza de fruta fuera a consolarla de todos sus males. Más tarde descubrió una fruta distinta, más sabrosa, que había que comer a escondidas, lejos de las habladurías de la gente y de la mirada inquisidora de su madre; era una fruta prohibida, pero valía la pena correr el riesgo y disfrutar de aquella delicia. Adoptada por un matrimonio evangélico de una pequeña ciudad industrial inglesa, la niña creció a la sombra del fervor religioso de toda una comunidad. Los primeros años de su vida fueron un ir y venir entre feligreses seducidos por los sermones y las palabras de la Biblia, pero cuando tenía poco más de diez años la niña supo que ella era distinta y que las leyes de su cuerpo la llevarían a descubrir otra forma de amar. Con estos mimbres, en 1985, Jeanette Winterson publicó Las naranjas no son la única fruta, una conmovedora crónica con fuertes tintes autobiográficos del paso de la adolescencia a la edad adulta que entusiasmó a los lectores de entonces y sigue siendo una espléndida guía para caminar por la vida.