José Saramago dijo sobre Las pequeñas memorias: «Me interesa conocer mi relación con ese niño que fui. Ese niño que está en mí, siempre lo ha estado y siempre lo estará. He hecho memorias de niño y me he sentido niño haciéndolas; quería que los lectores supieran de dónde salió el hombre que soy». Con un estilo sencillo y desnudo, el Nobel portugués describe en este libro los hechos, grandes y pequeños, que nunca, desde aquellos tiernos años entre los cuatro y los quince, lograron desvanecerse en el tejido del recuerdo. De todos ellos, los más vívidos serán aquellos que acompañaron el despertar de su vocación de escritor: las largas horas pasadas en la encrucijada de los ríos que bañaban las tierras de cultivo de la aldea, las carreras entre los olivares, los atardeceres, la luna más luminosa que jamás alcanzara a ver mientras conducía los cerdos a la feria junto con su tío Manuel, la felicidad de acabar la tarea encomendadapor su abuelo bajo una lluvia torrencial, la magia de los cines de barrio de Lisboa, la contemplación del cielo estrellado junto a su abuela en el ocaso de su vida, el arraigo a la tierra, la soledad meditabunda del adolescente...