Desde un pequeño territorio italiano, la historia de los Médicis y de su ciudad, Florencia, transcurre paralela a la de las casas reinantes europeas que dominaron la escena política en los siglos XV al XVIII. Con Juan de Médicis, nacido en 1360, se configura un linaje de personajes excepcionales, del que destacan Cosme, llamado el Padre de la patria, Lorenzo el Magnífico y el gran duque Cosme I. Al ambicioso camino -marcado por conjuras, como la célebre de los Pazzi, asesinatos y estratégicas alianzas- hacia la consecución y consolidación de su poder, se suma en los Médicis una faceta diferencial, que les confiere un valor único: su amor y dedicación a las artes, las letras y las ciencias, que se transmite, como si de una herencia genética se tratara, de generación en generación. Proteger y fomentar la cultura fue para ellos una misión primordial y a la vez placentera, que por una rara conjunción halló una genial respuesta en los hombres de talento de la época. Alrededor de los Médicis brillaron, entre otros muchos, Bramante, Brunelleschi, Donatello, Masaccio, Mantegna, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Maquiavelo, Pico della Mirandola, Cellini y Galileo. Nunca, en ningún otro país, se concentró en un reducido espacio y en un tiempo limitado tanta excelencia en el campo del saber.