Amparado por la ciencia, el materialismo parece haberse instalado en la opinión pública como la única opción viable para cualquier tipo de visión racional del mundo. El joven filósofo neerlandés Bernardo Kastrup, haciendo gala de un franco escepticismo, disiente de esta manera de ver las cosas y, con la claridad lógica de las evidencias empíricas, nos descubre sus absurdas contradicciones epistemológicas. Dentro de un marco de referencia distinto y coherente, a partir del cual se puede interpretar cualquier ley física o fenómeno natural sin necesidad de caer en las usuales suposiciones materialistas, el cerebro es la imagen de un proceso autolocalizado en la mente, lo mismo que un remolino lo es de un proceso autolocalizado en el agua, pero así como el remolino no genera el agua, el cerebro tampoco genera la mente, ya que es el cerebro el que está en la mente, no la mente en el cerebro.
Con audacia y brillantez inusitadas, Kastrup nos presenta una visión alternativa del mundo, poniendo énfasis en el papel dinámico que tiene la consciencia en la constitución de lo real.