Dios lo quiere
La tierra se hace madrastra
si tu alma vende a mi alma.
Llevan un escalofrío
de tribulación las aguas.
El mundo fue más hermoso
desde que me hiciste aliada,
cuando junto de un espino
nos quedamos sin palabras,
¡y el amor como el espino
nos traspasó de fragancia!
Pero te va a brotar víboras
la tierra si vendes mi alma;
baldías del hijo, rompo
mis rodillas desoladas.
Se apaga Cristo en mi pecho
¡y la puerta de mi casa
quiebra la mano al mendigo
y avienta a la atribulada!
Pero tú supiste, tú entendiste que ahí estábamos nosotras las mujeres juntas en las rondas ancestrales y forjaste los alfabetos, las canciones de cuna para las madres, las lecturas de mujeres, los poemas para las mujeres locas, las siempre alucinadas, y hablaste sobre las llagas, esas zonas del dolor ancladas en los nacimientos, en el espacio donde la luz y el terror de la muerte que se transforma en vida pululan. Y tú que no fuiste madre, fuiste aún más madre que todas, y sin eufemismos hablaste. Sentiste lo que es llegar a alumbrar: dar una inmensa luz. (Marjorie Agosin)