¿Cómo imaginamos una casa? ¿Por dónde se empieza? ¿Existe una estancia más importante que las demás? Quien no haya hecho jamás este ejercicio no sabe cuántas preguntas de ésas –ejemplos de trivialidad– aparecen en el fondo de la conciencia zarandeando nuestras costumbres y, de repente, cuestionando su validez. Tras cruzar la zona sur de Francia descartando los centros turísticos, las costas ventosas, los climas áridos y los picos helados, en plena campiña de la región de Creuse, Gilles Clément encuentra el enclave en el que construir ese habitáculo ideal. No queda lejos de la casa familiar, en la que desde hace tiempo tiene prohibida la entrada. Allí, en el valle de las Mariposas, dio sus primeros pasos como entomólogo, allí conoce a todas las familias y todos los perros por su nombre. Los recuerdos de infancia y juventud emergen con una viveza inesperada. La casa será por fin una cabaña de piedra, no hace falta más. Clément se da cuenta de que lo que busca en realidad es un jardín: un jardín en movimiento, un observatorio de especies, un laboratorio de la naturaleza en el que ya están presentes las inquietudes medioambientales que han hecho de él una de las voces más sensibles y originales del paisajismo actual.
Gilles Clément (Argenton-sur-Creuse, 1946) es ingeniero agrónomo, paisajista, botánico y entomólogo. Ha sido profesor de la Escuela Superior de Paisaje de Versalles desde 1980 y es el artífice de diversos parques y espacios públicos, como los jardines Le Domaine du Rayol (Var), el parque Matisse (Lille), los jardines del Musée du Quai Branly y el parque André Citroën (ambos en París). Autor de los conceptos «jardín planetario» y «jardín en movimiento», ha escrito numerosos libros sobre la relación entre los espacios naturales y la intervención del hombre.