Había sido el hombre clave de todos los torbellinos que había sacudido el siglo XIX: de cerca o de lejos, en literatura y en política, está siempre en la delantera. Y pese a los críticos que como Gide opinan que fue por desgracia el mejor poeta de todos los tiempos en lengua francesa, hay que reconocer que fue prohombre del Romanticismo francés en todos sus aspectos: un dramaturgo fecundo, un novelista prolijo y exitosos, un escritor cuya producción se nutre, asimila y renueva todas las corrientes, asumiéndolas y superándolas lo más a menudo; y fue, sin lugar a dudas, el poeta más variado y de mayor producción del siglo, que usó la poesía como arma arrojadiza tanto como sistema epistemológico, un hombre tan penetrado de la musicalidad de la lengua francesa que se funde en el verso como todas las riquezas de sus poderosas y originales sensaciones; poeta visionario, que empieza siendo el más clásico de los románticos y acaba siendo el más romántico de los simbolistas.