–¿Quién es esa? –preguntó en voz baja una muchacha polaca, apuntando, asombrada, a la estatua de la Libertad.
En marzo de 1906, Gorki llegó a Nueva York en busca de apoyos para la causa antizarista. Descubrió una ciudad que aún hoy, bajo las luces y resplandores, tras las esquinas y las expectativas, junto a monumentos y parques, perdura.