En Patos, Beaton no nos cuenta cómo el capitalismo extrae, explota, mercantiliza y aliena. Tampoco nos lo muestra. Refleja la vida en un campo de extracción en arenas petrolíferas con gran detalle y nos permite llegar a conclusiones por nosotros mismos, de la misma forma que lo hizo ella cuando se trasladó allí para trabajar a los veintiún años. El efecto es abrumador. A pesar del alto precio que tuvo que pagar a nivel personal, Beaton ha tejido con sus experiencias un vasto y complejo tapiz en el que ha captado la humanidad de la gente que hace este "trabajo sucio" del que somos cómplices, y que brilla gracias a su compasión.