Las Vidas imaginarias de Marcel Schwob, publicadas en 1896, son una historia fabulada de la literatura. Por sus páginas van desfilando, en un extraordinario ejercicio de imaginación, erudición, concisión y belleza, una serie de personajes que el escritor eligió de entre millones de historias posibles: Crates, Empédocles, Eróstrato, Pocahontas, el temible capitán Kid, Paolo Uccello, el poeta Lucrecio… y algunos otros seres, cuyas existencias anónimas y rasgos singulares la historia nos ha ocultado. Los personajes son reales; los hechos, fantásticos.
Marcel Schwob nació en Chaville en 1867 y creció en el seno de una familia de rabinos, médicos, letrados e historiadores. Pese a la brevedad de su vida (falleció en París en 1905, a los 38 años), Schwob fue, y sigue siendo, un escritor de culto. Lector apasionado y hedonista desde la infancia, fue uno de los escritores más refinados y sabios de su tiempo. Su curiosidad era insaciable; su erudición también. Sus amigos (Renard, Remy de Gourmont, Valéry, Colette, Claudel, Anatole France, Oscar Wilde, Stevenson) lo consideraban una biblioteca ambulante. El grueso de su producción literaria se concentra en seis años: Corazón doble (1891), El rey de la máscara de oro (1892), Mimes (1893), El libro de Monelle (1894), Spicilège (1896), La cruzada de los niños (1895) y Vidas imaginarias (1897). En sus obras subyace una obsesiva interrogación sobre la identidad e individualidad humanas. Fabular fue, para él, una manera de ser.