Samanta Schweblin nos arrastra hacia "Siete casas vacías" y, en torno a ellas, empuja a sus personajes a explorar terrores cotidianos, a diseccionar los miedos propios y ajenos, y a poner sobre la mesa los prejuicios de quienes, entre el extrañamiento y una "normalidad" enrarecida, contemplan a los demás y se contemplan.