¿Cuánto sabe una madre? ¿Cuánto calla, cuánto dice, cuánto miente? Mientras las madres viven, los hijos somos hijos por encima de todo. Colgamos de nuestras madres como el escalador de su mosquetón, no importa la edad, no importa la distancia. Si hasta su muerte mandan sus genes, después de su muerte manda la ausencia. «Si mamá me viera...», «Mamá se estará riendo, seguro», «¿Qué pensaría mamá de esto?». Hablamos con ellas cuando nadie nos ve, porque sabemos que están, aunque no las veamos. Sabemos que son eternas.
La tarde en que Fer, Emma y Silvia llevan a urgencias a su madre, aquejada de lo que parece una leve infección, no imaginan que la vida ha dispuesto para ellos un escenario totalmente inesperado. Tras el breve ingreso, al salir del hospital el paisaje familiar es otro: los tres hermanos se convierten a la fuerza en hijos y cuidadores mientras se preparan para la posible orfandad que quizá deje un ser tan excéntrico e insustituible como Amalia.